“Novela taurina para los aficionados burgaleses, Mondeño llega a nuestra plaza aureolado por una serie de triunfos grandes, que van jalonando su corta carrera de matador de toros. Tiene este diestro fama de triste y se cuenta su impasividad ante los toros, pues todos esperan la cogida en cualquier momento. Diestro serio, sereno y temerario, nacido en Puerto Real en el seno de una familia humilde, se cuenta de él que antes de cidirse a la práctica de la Tauromaquia mostró una irrefrenable vocación religiosa. El pasado año, en que se doctoró, sumó 27 corridas, justificando clase y arte, porque su toreo es de los que calan pronto en los gustos del público. Lleva alcanzado esta temporada ruidosos triunfos y se le guarda con interés en Burgos». Este es el perfil que Chamarilero, crítico taurino de Diario de Burgos, dedicado a Juan García Mondeño el día de San Pedro de 1960, debut en la plaza de Burgos del diestro gaditano que ha abandonado el mundo esta semana a los 88 años y que fue , en cuya década de los sesenta, uno de los grandes protagonistas de los ecos de sociedad patrios ya que, en la cresta de su carrera, recorrerá el camino de la suerte para el hábito dominico y se encerrará en el convento de Caleruega ante la sorpresa y la fascinación de la sociedad española.
Dio en el clavo Chamarilero con esa “irrefrenable vocación religiosa”, porque sólo cinco años después de tomar la alternativa en la Maestranza de Sevilla con Antonio Ordóñez como padrino y en presencia de Manolo Vázquez, el diestro se cortó la coleta y se enfundó el hábito de orden dominicana. Fue toda una sorpresa, porque mientras vistió de luces fue una de las figuras de aquellos años. En su debut en el coso burgalés de Los Vadillos compartió cartel con el gran Rafael Pedrosa y Antonio Ordóñez. Y aunque fue el torero burgalés el que salió a hombros tras cortas dos orejas en una faena de relumbrón, también Mondeño fue triunfador, consiguiendo un trofeo.
Así recogió Chamarilero el papel del matador gaditano: “Lanceó al principio con ritmo, sin descomponer la figura. Tampoco el toro era codicioso y además acusó blandura de manos. En la faena hubo mérito, calidad y temple. Dos pases por alto muy buenos, trasteo, un desplante y tres derechazos soberbios, cerrados con uno de enorme pecho. Aplausos y entusiasmo del publico. Otra serie de pases sobre la derecha, con rúbrica del pase de pecho, largo y torero. Ovacion grande, musica y oles. Dos naturales tirando bien del toro, uno por alto y cuatro más por arriba, plenos de garbo y elegancia, recreándose el torero en cada lanza. Toda la faena fue serena, tranquila, plena de aguante y plasticidad (…) Se nos ha mostrado como un torero hecho, con personalidad, poco dado al efectismo, sobrio y dominador”, apuntó el cronista. Volvió a torear Mondeño dos años después en los Sampedros, pero con peor suerte.
Mondeño, en el centro, congregó una multitudinaria jornada que tomó los hábitos en Caleruega (30 de agosto de 1964). – Foto: Fede
Fue en 1964 cuando volvió a Burgos, pero ya por otro motivo. Así lo recogió en su libro autobiográfico Mondeñinas. Recuerdos de Juan Mondeño: “Un día de 1964 decidió retirarme de los ruedos e ingresar en un convento […] El día de mi toma de hábitos en Caleruega fue un evento nacional, todo lo que yo no quería […] Y así un día tras otro me cansaron, encerrado y a los dos años de mi ingreso tir los trastos de fraile y volví al ‘mundo’ del que salí”.
Diario de Burgos cubrió por todo lo alto el evento de la toma de hábitos, como no podía ser de otra manera. Hasta las cámaras del NO-DO estuvieron presentes. El acto no se pudo celebrar en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán por quedarse pequeña, realizándose en el patio del torreón.su mozo de estoques, José Nieto. “Siempre tenderéis al ‘padre Mondeño’ rezando por vosotros”, dijo a los periodistas al concluir la celebración. El nuevo religioso se mostró feliz, relajado, radiante. Como si hubiera encontrado su lugar en el mundo.
Pero aquella vida de reconocimiento resultó muy poco. Unos cuantos meses después fray Juan cayó en depresión y a finales de 1965 los corrillos taurinos se hacían eco de una posible vuelta a los ruedos del torero místico, que se confirmó poco después. Así contó ese momento en su libro. En los dos años que estuve en el noviciado, mi familia se lo había gastado todo y lo eran peores las deudas. Se habían dedicado a vivir de lo que yo les había dejado y fueron vendiendo piso y terrenos. Lo que a mí me había costado tanto ganar, ellos lo despilfarraron. Yo seguía teniendo juventud y de nuevo tenía que volver a empezar para poder seguir viviendo y que vivieran los míos con los medios necesarios. Otra vez tengo que torear por necesidad. Era mi trabajo, no sabía hacer otra cosa. Mi padre me explotaba, mi madre lloraba, mi hermano me robaba y yo rezaba y toreaba…”.
Mondeño, hace unos años junto a uno de sus queridos Rolls-Royce. – Foto: Del libro ‘Mondeñinas’
El día que anunció su vuelta a los ruedos, Diario de Burgos publicó una una vista en la que habló abiertamente de su crisis y de la supuesta relación sentimental que había mantenido con una mujer francesa antes de tomar los hábitos. En esta entrevista, Mondeño admitió tener amistad con esa mujer pero negó una relación amorosa. “Yo la quiero, pero de otra manera. Más que una amiga par mí es un familiar”, declaró. Algunos biógrafos del torero y fraile han deslizado la posible homosexualidad de Mondeño, jamás admitida por éste. No era para menos: el del toro siempre fue un mundo de hombría y homophobia. Y aquellos, otros tiempos. Siempre manifestó Juan García Mondeño que su experiencia religiosa había constituido “el tiempo más feliz de mi vida” asegurando sentise “muy dominico”. Y que lo que más infeliz le hacía era el amor. “No puedo seguir mi vida religiosa. Se ve que Dios no ha querido que siga esta senda. Fue una crisis muy fuerte la que atravesé. Gracias a Dios ahora estoy mejor, y voy recuperando la alegría, porque el superior me dijo que incluso de torero se puede servir a Dios».
Volvió a los ruedos unos pocos años más, mezclando éxitos, fracasos y una cornada que un punto estuvo de enviarle antes de tiempo ante elAltísimo. Colgó los trajes de luces (siempre de colores claros: blanco, violeta, azul celeste) en 1970. Celoso de su intimidad, aficionado a la caza y a la pesca, vivió durante años entre Sevilla y Sanlúcar la Mayor (donde permaneció el pasado cinco de enero) antes de fijar su residencia en París, donde residió largas temporadas en las últimas décadas entregadas a una de sus grandes pasiones: los coches de lujo. En su libro autobiográfico escribió: “Si aún queda algún aficionado a los bulls y se acuerda de que Mondeño fue torero y por casualidad pasa por Paris y ve un fantástico Rolls-Royce negro, elegante y silencioso, y dentro va un señor con borsalino, ese soy yo”. Viejo.
amén
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