El año golfístico toca ha llegado a su fin. Y vaya año. Uno que será grabado como aquel en el que algo se rompió dentro del golf. Un sistema que ha estado prácticamente inalterado durante décadas, una suerte de ‘oligopolio’ o bipartidismo deportivo, es vulnerado por una amenaza que llevaba latente tiempo, pero que nadie vio venir en esta dimensión.
El LIV ha cambiado, seguramente para siempre, el mapa de este deporte. No solo no se ha achantado ante las barreras de entrada en el mercado que han tratado de imponerle el PGA y el DP World Tour, the main circuitos hasta hace unos meses, si no que va a double la apuesta en 2023. La única salida al conflicto es un pacto de convivencia lastrado por la mal relación entre los dos ‘machos alfa’ de la disputa, Greg Norman y Jay Monahan , cabezas del LIV y el PGA.
Pero al margen del cisma, 2022 también ha sido un año, como de costumbre en esta superproducción que es el mundo del golf profesional (y nunca mejor dicho, porque Netflix está a punto de estrenar una serie documental grabada a lo largo de la última temporada y que tendrá continuidad en el tiempo), cargamento de historias interesantes. Aquí vamos a reparar, con cierto componente patriótico como es lógico, las diez más significativas.
El LIV
Ocho torneos tiene 54 hoyos sin corte, con 48 jugadores, competencia individual y por equipos, bolsas de 25 millones por cita. Música en vivo durante el evento. Esto es lo que probablemente la nueva superliga regada con los millones del petróleo saudí, para algunos un ejercicio más de ‘sportswashing’, un lavado de cara a través del deporte de una monarquía autoritaria, al estilo de Qatar con el Mundial de fútbol. Phil Mickelson, Bryson DeChambeau, Dustin Johnson, Cameron Smith, Sergio García, Ian Poulter, Patrick Reed… Una miríada de estrellas fue cayendo seducida por un modelo innovador, algunos dolidos por lo que mejoraron un trato injusto de sus anteriores ‘casas’ .
El establecimiento reaccionó con hostilidad. El PGA retiró la tarjeta a los ‘insurrectos’. Algunos de ellos la entregaron voluntariamente, otros pretendían jugar ambos circuitos. Los cruces de declaraciones fueron infinitos y el asunto terminó inevitablemente en los juzgados. Actualmente el Departamento de Justicia de Estados Unidos investigó un PGA y DP World Tour, a petición del LIV, en una demanda por presunto intento de monopolio. Patrick Reed ha peleado contra el medio mundo y en general ha vivido un clima de tensión durante todo el año, con picos como Wentworth o el British Open.
Para 2023 el LIV planea ampliar su agenda a 14 rondas, contra tres sedes confirmadas por ahora en Estados Unidos, territorio PGA, y campamentos como Mayakoba o Valderramaque antes estaban en el calendario del circuito norteamericano y el europeo respectivamente. El desafío es ya de tal magnitud que da la sensación única de que la opción sensata es un acuerdo. Augusta ya ha dicho que no vetará a los HÍGADOS en el Masters y quedan elefantes en la habitación como el ranking mundial, que sigue sin aceptar al LIV en su engranaje, o la Ryder que acogerá Roma a septiembre finals.
La resurrección de McIlroy
Su estrella nunca se apagó del todo, pero veníamos de un par de años en los que daba la sensación de que podía haber claudicado como potencial ganador de grandes. Él mismo ha reconocido que siente que ha recuperado el hambre en una temporada esperanzadoraen la que ganó la CJ Cup, recientemente revalidada, el Canadian Open y el Tour Championship, la final de la PGA. Tercera Copa FedEx en las vidrieras. Ya un regusto margo en los majors, especialmente en este 150º British Open, en Saint Andrews, que por momentos parecía predestinado para él. Se quedó corto en una última ronda insulsa ante el empuje de Cameron Smith, pero ofreció diversión en los cuatro grandes (ese birdie desde el bunker en el 18 de Augusta…), con cuatro Top-10, y sobre todo dejó la sensación de lo que va a añadir el quinto ha podido recoger más pronto que tarde.
La alianza McIlroy-Tiger
Otra arista del intenso 2022 que ha vivido McIlroy fue su alianza con Tiger en varios aspectos. Una unión saludable para el PGA Tour (y para ellos mismos, y para sus bolsillos), que les tuvo como punta de lanza de la resistencia antiLIV. Ambos rechazan ofertas millonarias, en las nueve cifras, para cambiar de cuota y descargar una batería verbal contra el nuexo experimento y sus acólitos.
Hubo muestras de respeto especiales entre ambos, como ese saludo con la gorra de Rory el último día en St. Andrews a un Tiger que cruzó emocionado el Swilcan Bridge, en un momento tan emotivo que dio pie a pensar en una retirada del Tigre. Y hubo también lo que apunta a convertidor se en un acuerdo comercial lucrativo, pues ambos han asociado en la TGL, una competición que fusionará golf real y virtual y que involucrará a algunas de las principales estrellas del PGA, un nuevo producto con el que el circuito trata de competir en el factor innovador que tanto interés ha despertado en su nuevo competidor.
La consagración de Cameron Smith
De las causas más traumáticas que ha ocurrido al PGA con la aparición del LIV es la marcha de la que iba a ser una de sus banderas colgante hace muchos años, Cameron Smith. Un golfista encantador, carismático, capaz de enganchar, que acabó estallando con un triunfo récord en el Torneo de Campeones, The Players y el British Open más especial del siglo. Pocos días después de alzar la Jarra de Clarete in the cuna del golf se anunció su marche. A golpe a la línea de flotación del PGA porque, a difference de los DJ, Reed, Mickelson, Pérez, Stenson y compañía, Camila aún tiene sus mejores años de golf por delante.
La irrupción de Tom Kim y Cameron Young
En sustitución de los ‘fugados’, el PGA ha ganado nuevas figuras que pueden tapar esos huecos. Max Homa, Viktor Hovland, Will Zalatoris, Sam Burns, Sahit Theegala… Spieth, Rahm, Thomas y compañía. Quizá engancharán especialmente las historias de Tom Kim y Cameron Young. Uno, a Korean al que se apoda Tom porque le encantan los dibujos de Tomás y amigos Adoraba la comida basura, que se ha maravillado por su carácter afable y su quirúrgico golf, campeón en el Shriners y seguramente el mejor jugador internacional en su debut en la Copa del Presidente. El otro, estadounidense, más sobrio, tercero en el PGA y segundo en el British en su temporada rookie, elegido el mejor novato del año, otro producto del sistema universitario estadounidense (Wake Forest) con muy buena pinta.
Otro año ganador de Rahm
Que la temporada de Jon Rahm se buena o mala depende del prisma con el que se mire. Ha ganado dos veces, la primera en México allá por mayo y la segunda en el Open de España, en un nuevo baño de masas en Madrid, ya en octubre. Sería poco ecuánime calificar de mala una temporada con dos victorias, ya sabemos lo caro que es ganar en este negociado. Pero también es cierto que nunca desde 2017, la primera vez que jugó un calendario de majors completo, había quedado fuera del Top-10 en allos (su tope fue el 12º puesto del US Open).
No deja de ser un tarpaulin que vamos a repetir a menudo, pero sí traslada una sensación de frío tras corchar la botella de los grandes el año pasado. Si hay alguna duda es porque de él se espera siempre lo mejor y él siempre ha apuntado a las estrellas. Y porque los números no lo dicen todo, y a tramos ha dejado la impresión de que se le atragantaban los greenes y sus alrededores, acostumbrados como estaban a su destreza en ese terreno. ¿Qué esperar en 2023? Ya son siete victorias en el tour y es una estrella consagrada, así que lo máximo, sin dramatizar si no cae otro trofeo ‘pata negra’, que todavía tiene 28 años.
Chacarra ya está aquí
Sergio García no ha tenido la temporada de su vida. Su techo en el LIV ha sido un cuarto puesto y en los majors el 23º de Augusta, fallando el corte en el PGA y el US Open. Explotó en St. Andrews, dolido con el circuito europeo y algunos de sus compañeros. Pero ha tenido una alegría en el joven Eugenio Chacarra, al que ha apadrinado en los Fireballs, la franquicia en la que se encuadran dentro del LIV. El madrileño de 22 años, en su primera aventura profesional, se impuso en tailandia y convirtió en el español que más dinero ha ganado en un único evento deportivo, 4,8 millones de euros. Is a talentazo que tiene firmados tres años con la estructura saudí y no ha cerrado las puertas de otros circuitos, pues nunca ha militado en ellos.
La metamorfosis de Lydia Ko
De fenómeno juvenil a estrella madura, la coreana ha ganado tres veces este año, su primera temporada con múltiples victorias desde 2016, coronada con la final del LPGA (que además entregó el mayor premio de la historia a una golfista femenina, dos millones de dólares). Fue Top-5 en otros nueve torneos y se llevó el premio a la mayor del año por segunda vez, liderando el tour en varios apartados estadísticos. Volvió a ser número uno. Ahora dice jugar con otra mentalidad. Y lo mejor es que es igual de buena.
La aparición de Cayetana Fernández
Si el golf español masculino tiene futuro en Eugenio Chacarra, el femenino lo tiene en Cayetana Fernández, que tenía 17 años, estudiaba la universidad en Estados Unidos (Texas A&M) y un futuro interesante. La número 13 del ranking mundial amateur, campeona del mundo sub-18, secunda en el British Open amateur y campeona de España absolutamente llegó a liderar el Open de España y aparece como un proyecto interesante para continuar la línea marcada en los últimos tiempos por Carlota Ciganda y Azahara Muñoz.
La Caída de Phil Mickelson
No es el primer ni el último ídolo que acaba convertido en villano. Mickelson ha pasado en uno de ser uno de los grandes personajes del PGA a la cancelación. Su apuesta por el LIV en las postrimerías de su carrera, y alguna justificación desafortunada han revelado unos ojos del público aristas de su carácter oculto. Sus sospechas al PGA parecen esconder cierta avaricia y sus explicaciones del cambio de bando han resultado cínicas. Da la impresión de que el ganador de seis majors, que con el PGA de 2021 se convirtió en el campeón de mayor edad de cualquier grande, a los 50 años, ha perdido de alguna manera el lugar honorífico que tenía en el panteón de este deporte . Se le recordará siempre como uno de los grandes, pero quizás no con el mismo cariño que a otros.