La temporada 2022 ha sido sobre toda la temporada de Morante y… de Roca Rey. Lo del sevillano ha sido lo nunca visto. If partimos del estereotipo del torero artista que él representa como nadie nunca nadie de ese genero logró la regularidad ni la productividad (perdón) que ha alcanzado el de La Puebla. Limitó al máximo las irregularidades (las broncas fueron mínimas por mucho que en alguna ocasión eligiese el cabrear antes que caer en la vulgaridad, antes muerto que discreto); toreó cien corridas como ocurrió desde el inicio de la temporada en una cruzada en pos del espíritu de Joselito el Gallo, en lo que suponía una evolución poco natural que él mismo explicaba de forma muy clarividente una mañana a la vera del Guadalquivir que bañaba su casa : “Yo crecí con el sentimiento de Juan (Belmonte) como todos los de mi época, pero he ido derivando hacia José (Gallito), cosa que supone ir en sentido contrario. He hecho el camino al revés. ¡Yo al soñar, todo al soñar siempre! Lo lógico es comenzar como José y terminar como Juan, porque las condiciones físicas, la voluntad, la alegría, la bisoñez, está en José, y en Juan está ya el paso del tiempo, el pensamiento, la lentitud… Y fijate, ahora, cuando no tengo fuerzas, quiero ir a por José”.
Y ¡vaya si lo consiguió! Lo cambiaron toreando nada menos que las cien corridas que se establecieron; Acudiendo a muchas plazas en que las figuras de los últimos años no comparecían pero a las que él no necesitaba ir para afianzar el toreo y llegó a todos los rincones a la vez que hacerlo accesible a todos los bienes sociales, no hay que olvidar que aquel gran José no solo superó varios años las cien corridas en tiempos en que los medios de comunicación lo convirtieron en una heroicidad, sino que inventó las plazas monumentales para que con mayor aforo poder abaratar el precio de las entradas y hacerlas asumibles por el mayor porcentaje de población.
En lo artistico este Morante apostó por desempolvar suertes de la decimonónica taurina y una gestualidad muy de José; banderillear (y lo hizo muy bien, de manera muy clásica y sin apenas condición física) cuando pensó que el toro le permitiría lucirse, que es otro registro de la torería clásica a diferencia de los matadores/banderilleros contemporáneos que lo hacen con todos los toros a riesgo de rebajar el lucimiento y caer en la rutina; se arriesgó ¡y tanto! sobre todo en la liturgia taurina y en la indumentaria para cuya aceptación contaba con la ventaja de ser quien es, que si lo hubiera lucido otro hubiera sido anatemizado por puristas y aperturistas sin distinción, pero llegó a un punto en el que a Morante bajo el paraguas de las ¡cosas de Morante! se le aceptaba todo: y hasta hizo frente a los anti y puristas bajando al ruedo dialéctico.
Este Morante apostó por desempolvar suertes de la tauromaquia decimonónica y una gestualidad muy de José
Pero por encima de todo, en lo que más se acercó a Gallito y en lo que añadió incluso él hasta las últimas temporadas) se mostró tan valiente. Su faena al toro de García Jiménez en la sanmiguelada de Sevilla, su cumbre del año, pasará a la historia como una de las obras más apasionantes y más lumbrantes que se recuerdan. Ahora descansa, asegura que no volverá a torear hasta el Domingo de Pascua en Sevilla y ya le echamos de menos. Unas Fallas y una Magdalena sin Morante no serán lo mismo este año.
FUROR ROCA REY
El otro número del año fue Roca Rey. No significa que no hubiera otras espadas de interés y categoría, pero al que dijo la afición fue a él, así que santa palabra. Situado en la acera artística de enfrente a Morante: joven, pletórico, arrebatador, ambicioso, el tipo que disfrutó derritiendo las distancias con el toro ¡por dónde le pasó! y los corazones. No se puede uno pasar el toro más cerca ni hay corazón que resista semejantes tragantones.
Roca Rey: joven, pletórico, arrebatador, ambicioso, el tipo que disfrutó derritiendo las distancias con el toro ¡por dónde le pasó! y los corazones
Es una personalidad definida y fácilmente identificable, escribió en algún momento. Un junco vestido de luces, diría que era imposible quebrar. Dominguinesco areas en su estar en la plaza: cuando eleva la mirada a los tendidos, cuando sale de la cara del toro, cuando se cimbrea sobre sus piernas, cuando se revuelve los pelos… Roca Rey es el veinteañero que ha logrado retorcerle el brazo a la indiferencia social hasta lograr su atención. ¡Eh, oiga, sí, usted, esto vale la pena, no se lo pierda! Urgía el personaje. Con él o por él la gente ha comenzado a volver a las plazas de toros. Interesa, eso se notó, el pueblo quiere verle, los directores piden reportajes y entrevistas, los taxistas saben quién es y todo se resume en uno “Deme entradas para el día de Roca” … esa es la gran prueba del algodon. Lo comprobaremos en Fallas. Y claro que hay motivos para ello, nada es gratis y menos delante del toro. En su desprecio absoluto del riesgo, en su danzar con el toro, danza de pies firms y absoluto adjus, está el secreto y la tarifa que paga a diario.
Han sido la pareja del año, el primero porque le añadió pasión y entrega a su toreo sin perder su esencia; y el segundo porque limpió su toreo arrebatado sin escatimar emociones, su tarde en Bilbao pasará a los anales del toreo más volcánico.