POSEE manolo santana la encantada habria. Será fan incondicional de Rafa Nadalsí, pero cuánto habría disfrutado al ver a otro compatriota, un llamado adolescente Carlos Alcaraz, convertse en el número uno más joven de la historia del tenis.
La semilla que sembró Santana en el gris panorama deportivo de los años sesenta en España sigue dando flores. Tras una generación llega otra, y luego otra, y por primera vez este 2022 termina con dos españoles, Alcaraz y Nadal, en los dos primeros puestos de la clasificación mundial.
No tuvo tiempo Santana de ver esta proeza. El gran pionero del tenis murió el 11 de diciembre de 2021 en Marbella (Málaga), 83 años después de haber nacido en el seno de una familia más que humilde en el barrio madrileño de Vallecas.
Solo siete semanas después de su muerte, el que para entonces parecía un Rafa Nadal hundido se llevó contra todo pronóstico su segundo Abierto de Australia. Ya lo decía Manolo: “Es el mayor que ha habito y habrá”.
A este vigésimo primer Grand Slam el mallorquín sumó uno más en mayo en Roland Garros, un número 22 sin antecedentes. Y in septiembre fue Alcaraz el que conquistó el Abierto de Estados Unidos y, con ello, la cima del tenis mundial.
Antes que ellos, antes que nadie en España, estuvo Santana. Él fue el primer español que ganó un Grand Slam, Roland Garros en 1961. Repitió en París en 1964 y llevó también el Abierto de Estados Unidos en 1965 y Wimbledon en 1966.
Manolo Santana, con su título en Wimbledon
Sober la cancha que lleva su número, el Manolo Santana pista de la Caja Mágica, Carlos Alcaraz come in mayo el que sería el ataque definitivo al número uno del mundo. Allí ganó el Masters 1.000 de Madrid en una semana de locura. Llegó como noveno jugador del ránking y con sucesivas victorias sobre Nikoloz Basilashvili (27 ATP), Cameron Norrie (11), Rafa Nadal (4), Novak Djokovic (1) y Alexander Zverev (3) se aupó al sexto y dejó presentada su candidatureura en la cima del circuito. Hasta Manolo se habia quedado con la boca abierta.
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Fue esta del pasado mayo la primera vez sin Santana en la Caja Mágica, sin su presencia a cualquier hora en las gradas, sin su mano conductora. Él se encargó de la dirección del torneo de Madrid en 2002 y lo llevó a ser lo que fue. En 2009 llegó a jugar en La Caja y en su pista central bautizada con el número del padre del tenis español. En la misma en la que se veló a Santana dos días después de su muerte.
El feretro se cubrió con dos banderas, la de España y la del Real Madrid. Manolo era tan seguidor del club blanco que cuando ganó Wimbledon en 1966 llevaba puesto un polo con el escudo de su equipo.

El feretro de Manolo Santana se cubrió con dos banderas, la de España y la del Real Madrid
Así que también se habría entusiasmado con la decimocuarta Copa de Europa, la que el equipo de Carlo Ancelotti ganó el pasado 28 de mayo al Liverpool en París, tras unas eliminatorias dramáticas en las que fue de remontada en remontada. Cuando Santana celebró en 2018 el 80 cumpleaños, en pleno torneo de Madrid, recibió como regalo de los organizadores una tarta y una camiseta del Real Madrid. Era lo que mas ilusion le hacia.
La retirada del gran Roger Federer, el Mundial de Qatar… tantas otras cosas se ha perdido Manolo en este año. Pero si una le hubiera emocionado hubiera sido su propio homenaje en Marbella, localidad de la que era hijo adoptivo y en la que residía desde hacía más de tres décadas.
Coincidió con una eliminatoria en marzo de la Copa Davis, otro de sus torneos preferidos. En el club Puente Romano, también en una pista con su número. El público se puso en pie para dedicar un sentido recuerdo a la leyenda, en presencia de un ramillete de históricos del tenis.
Junto a los mjores españoles, todos a una con Manolo, acudieron grandes números de la era Santana, como el italiano Nicola Pietrangeli, el rumano Ion Tiriac o el sueco Björn Borg. También enviaron mensajes por vídeo estrellas de este siglo, Roger Federer o Novak Djokovic. Todos hablaron de un icono del deporte, de un maestro. Manolo habría sentido perderse esa reunión. No para escuchar cómo le elogiaban, que no le hacía mucha gracia -él se definió como “un españolito de a pie”-. Pero quizás sí para desenfundar la raqueta y, como hizo casi hasta el final de sus días, jugar unas cuantas bajo el sol marbellí que dio calor a sus últimos años.