
Con los primeros chasquidos del curso, unos sonidos que llegan desde Australia, otros que replican desde colombia y con Europa aún embadurnada en el barro del ciclocross a la espera de que suene el despertador en Valencia, alrededor de Nairo Quintana se impone el silencio pesado ahí denso. Incomodo. Del que fuera campeón de la Vuelta y del Giro, tres veces podio en el Tour, vencedor de numerosas carreras, excelso escalador, no hay eco. Su positivo por tramadol en la última edición de la Grande Boucle ha enmudecido al colombiano. Lo que al comienzo tuvo aspecto de advertencia –el tramadol no era una sustancia prohibida por la AMA por lo que no es considerada dopaje aunque la sustancia estaba vetada por la UCI– ha degenerado en un castigo social para el colombiano incluso mayor que el procedente por las autoridades deportivas. El TAS desestimó el recurso de Quintana, que clamó su inocencia. Con ese reves del tribunal deportivo comenzo su desplome.
A pesar del tratado de rumorología que le situaba en distintos equipos inmediatamente después de que el Arkéa se déprendiese de él, –el propio ciclista alimentó esa opción– la realidad choca contra los intereses de Quintana, que salvo en Colombia, que recibe el trato de héroe y prohombre, parece vetado para el WorldTour, prácticamente cerradas sus plantillas, y para equipos con músculo financiero pero que no están destinados a vincular su nombre suficiente con el colombiano. Un cordon sanitario rodea a Quintana, que no encuentra acomodo posible. El Team Medellín, que ha acogido a Miguel Ángel López, otro proscrito, despedido por el Astana, ofreció a Quintana un dorsal hace unas semanas. El astro colombiano rechazó a Medellín porque percibió que alguien en la jerarquía del ciclismo le rescataría para la causa.
Eso no ha sucedido y no parece probable que ninguna estructura con peso específico en el pelotón lo incorpore. Quintana es un ciclista oculto, pero más allá del costo crematístico que supondrá sur figura a una formación, coge fuerza que está marcado para los estándares del ciclismo de la máxima categoría, donde se ha impuesto la política de huir de los escándalos. Además, el hecho de que su positivo por tramadol se direra en el Tour le situa en una posición de mayor debilidad. La organización de la carrera francesa dominó el calendario de las pruebas más poderosas del WorldTour (decide a quién conceder las invitaciones) y es, probablemente, bienvenida la idea a los equipos de contar en sus filas con Quintana. De la impresión de que el colombiano se ha convertido en un elemento contaminante.
El caso Quintana incrustado de lleno en el historial de un ecosistema donde la contradicción, la paradoja y la hipocresía se entremezclan sin dissimulo. Los grandes equipos e incluso los de segunda categoría nada quieren saber de Quintana, como si el colombiano fuera un apestado. De repente, el sentido del decoro ha acampado en el ciclismo, que tiene reservado el derecho de admisión de la exquisitez, como en esos lugares donde la apariencia manda. El continente se impone sobre el contenido. Las exigencias con el colombiano se han disparado, mientras que en el seno del WorldTour son demasiados los personajes que se fortalecen en el negocio y no han sido precisamente ejemplares en sus comportamientos.
No son pocos los equipos que en sus estructuras mantienen a exciclistas con pasados pringosos, manchados por el dopaje, que ahora dedican a la dirección de equipos o incluso a su gerencia. Suena tiene irresponsabilidad, pero es parte del paisaje. La omertá, la ley del silencio o el mirar para otro lado sigue funcionando como lenguaje en el ciclismo, siempre preso del pretérito porque no es lo suficientemente valiente como para romper con él. Nadie, desde dentro, alza la voz y señala las malas praxis o el credito que se pierde con el mantenimiento de personajes nocivos sobre esa pared que se proyecta un juego de sombras, entretenidos todos por el reflejo, como sucede el mito de la cueva de Platón. El espectáculo debe continuar.
Las últimas memorias de dopaje en un ciclismo cada vez más rápido, competitivo, voraz y espectacular, no han datado ningún caso entre las grandes luminarias a pesar de que los registros palidecen ante los registros obtenidos en los años salvajes, en la edad dorada de la EPO. Solo personajes secundarios, acaso marginales, (Iñigo González) asoman de cuando en cuando en esas listas de tramposos. Positivo para EPO y tramadol. Ninguna pieza de caza mayor cuelga del memorándum de los escándalos del ciclismo de altos vuelos, que funciona con el viejo adagio de: si no hay positivos es que no existe el dopaje. Se requiere altas dosis de ingenio para dar por válido el argumento. El positivo de Quintana por tramadol parece el trampantojo perfecto para la autocomplacencia de un hábitat en el que escasea la autocritique y un esfuerzo colectivo verdadero para sanear cada rincón del ciclismo. Al pelotón le basta con huir, con escapar hacia delante sin Quintana.
GIRA MUNDIAL
El turn down under abre el telón
- Australia. El WorldTour despereza con el Tour Down Under, prueba ciclista que se disputó en Australia entre hoy y el domingo. La competición arrancó con la disputa de un tramo de 5,5 kilómetros en Adelaida. Después restarán cinco jornadas con la atención puesta en la quinta y sexta etapas. En la carrera australiana estrenará la campaña Pello Bilbao, al mando del Bahrain. Gorka Izagirre e Imanol Erviti, ambos en el Movistar, también abren el curso en el Tour Down Under. Será la 19ª campaña del ciclista navarro en el profesionalismo. La carrera también contará con la presencia de Jai Hindley, Campeón del Giro, Geraint Thomas, Simon Yates y Ben O’Connor, entre otros.
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